¡Está ahí! Sí, mira, mira. Agazapado en ese comentario.
Habías oído rumores, incluso alguna vez te pareció verlo a lo lejos pero nunca esperaste encontrarlo por estos lares. Un troll. Sí, un troll que grita y despotrica queriendo destruirlo todo a su paso.
Ves ese comentario, subido de tono, hiriente y aunque sabes que es un troll no puedes evitar dudar de todo. Si el post era divertido, ¿quizá superficial?… Bueno, es que por aquí no hablamos de física cuántica… Si el blog es de buen rollo… ¿Quieres decir que hay blogs antitrolls un “todo el mundo, incluso yo autor, es un capullo menos tu lector troll” que cuente con el beneplácito de todos los que campan a sus anchas por internet? ¡Si el blog es pequeñito! Querrás decir que era pequeñito porque no hay nada que indique mejor que llegas más allá de tu círculo de amigos y conocidos que un troll (si tus amigos se dedican a machacarte así, cambia de amigos. De verdad).
Y ¿ahora qué? ¿Qué haces con el comentario?
No lo borres. Como borres comentarios “críticos” (yo también creo que la crítica es otra cosa y no entrar a degüello pero…) desatarás a las hordas. Y nadie sobrevive a un ataque de hordas trolls.
No contestes enfadado. El submundo de los comentarios hirientes es peligroso y puede hacerte perder la razón. Incluso puede que te conviertas en uno de ellos.
No esperes hacerle cambiar de opinión. ¿Qué puedes decir que haga razonar a alguien que, sencillamente, quiere destruirlo todo?
Así que, lee el comentario, publícalo, y déjalo estar… como mucho céntrate en celebrar que tu blog se ha hecho mayor y… ¡ya tienes trolls!