Me costó mucho encontrarle el sentido a Twitter. Facebook me parecía mucho más ventajoso en todos los aspectos: lo utilizaba mucha más gente, era más visual, no había límites de caracteres, y como yo soy de muchas palabras, este era un punto que jugaba muy a su favor de la red de redes. Pero entonces comencé a sumergirme en los submundos de Twitter y a descubrir su inmediatez, algo de lo que Facebook carecía a no ser que se hiciera uso de su chat privado. Pero al lanzar un mensaje en Twitter con una duda existencial, o con una noticia relevante, o con la queja de turno, parecía ser que llegaba de forma instantánea a un buen receptor que pondría fin a nuestros desvelos. Y tuit a tuit, mi propia comunidad fue creciendo, se establecieron lazos de amistad, se tejieron redes de colaboración y también me vi inmersa en algunas (pocas) batallas dialécticas con solo cuatro caracteres. Sí, porque la susceptibilidad está a la orden del día en Twitter. Y la cobardía también. La de quienes se ocultan detrás de un pseudónimo, o simplemente utilizan la distancia interpuesta entre la pantalla y la vida real para sentar cátedra, lanzar acusaciones y creerse en posesión de la verdad absoluta. Desde hace unos meses, en el sector en el que que colaboro con mi blog, suelo escuchar repetidas quejas acerca del mal ambiente que rodea los mentideros de Twitter, y que están haciendo a algunos usuarios dejar de lado la red del pollito para emigrar a Instagram, donde parece que aún se convive en un remanso de paz. Creo que hay perfiles de Twitter realmente mal gestionados, tanto vinculados a marcas como a perfiles personales pero profesionalizados. Sin que lo que digo tenga que ir a misa, voy a exponeros algunas cuestiones que pueden ser abordadas de forma polémica en Twitter.
1. Twitter es un patio de vecinos. Y no digo de vecinas por aquello de la discriminación de género. El caso es que a veces nos podemos topar con una serie de acusaciones, de verdades a medias, de dimes y diretes, de comentarios socarrones que sólo comprender 3 o 4 allegados del tuitero de turno pero que son suficientes para que corra la ira en el mundo 2.0. Si cuando el crimen de puerto Urraco hubiera existido Twitter, seguro que una conversación mal entendida hubiera sido del detonante de la matanza. En estos casos, casi es de agradecer que las pantallas se interpongan entre el mundo virtual y el real, porque se leen tremendas calumnias y ataques que ya nos viene bien que se quede todo dentro del ordenador. A veces, se dan conversaciones adultas que son de patio de colegio: yo no me junto con fulanito porque me han dicho (fíate de tu fuerte) que ha dicho tal cosa de menganito; yo no me voy a jugar a ese parque porque menganita dice que el año pasado era muy cool pero que este ya está del todo out. El problema es que son conversaciones públicas, así es que ¡viva la libertad de expresión! Pero a la vez hay que tener mucho cuidadito para no acabar siendo víctimas de nuestras propias palabras. Sigue leyendo